miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cena Con KINGS OF CONVENIENCE: Cuando la realidad sobrepasa las expectativas


La noche había por fin llegado, la ansiedad parecía haberse extendido por casi todas las partes de mi cuerpo y nunca antes había estado tan pendiente de mi diminuto reloj ni de la puerta de algún restaurante como en esa ocasión.  Tengo que admitir que el lugar (“Rafael”) ayudaba a que mis nervios se vieran ligeramente reducidos, el ambiente transmitía altas dosis de paz y tranquilidad pero las expectativas se habían estado acumulando desde hacía un par de días atrás por lo que aquella tarea se había vuelto demasiado dificultosa.

Rocio y yo intentábamos conversar de temas muy ajenos a KOC como para alejar nuestras mentes del encuentro, sin embargo ambas sabíamos que era algo en vano, justo cuando mis latidos habían alcanzado su máxima continuidad e intensidad, los vi entrar. Erlend y Eirik, al fin, sin ninguna computadora como intermediadora o ningún reproductor musical conteniendo sus armoniosas voces, si no todo lo contrario, eran ellos introducidos en un escenario de lo más común: desconocidos alrededor, aromas incitantes de comida exquisita, risas de extraños y sus cálidos rostros representando una de nuestras más grandes ilusiones; si, eran ellos los que al reconocernos nos habían ofrecido un par de acogedoras sonrisas como una advertencia a la grandiosidad que estaba por ocurrir en nuestras existencias.

Pensé que el contacto físico con sus manos y sus cachetes haría que asimilara el hecho que realmente me encontraba cenando con ellos de una forma más rápida, pero dado lo inverosímil de las circunstancias (ellos de Noruega y estando en Perú) es fácil comprender por qué ésta labor se me hacía tan trabajosa.  Una vez las introducciones del caso realizadas, decidí dejar de lado mi faceta de fanática anonadada y dejar que la velada transcurriera con la mayor naturalidad posible, y felizmente así fue.

Conforme los deliciosos platos a base de mariscos desfilaba por nuestras mesas, pude disfrutar de su entusiasmo conforme se enmaravillaban con nuestra gastronomía, ambos sin duda habían llegado a la conclusión que era ésta la mejor de Sudamérica, Eirik hasta se animó en probar un Pisco Sour al igual que Rocio y yo, mientras que el resto decidieron seguir el consejo de Andre (el simpático sonidista de KOC) y degustar un poco de vino. 

Mientras la comida llenaba nuestros estómagos, sus relatos y anécdotas se encargaban de asegurarse que aquella noche fuese inolvidable. Tanto Erlend como Eirik no eran conscientes del gran impacto que tenían sus canciones en simples mortales como nosotras, por lo que un aura de humildad los rodeo durante toda la velada. Compartieron sus anécdotas en otros países y Eirik respondió a mi curiosidad sobre las historias detrás de cada canción, cómo por ejemplo el hecho que en el video de “Me In You” se encuentran sobre su nuevo departamento y que la idea se le vino a la mente cuando estaba harto de haber entrado en un circulo rutinario de pulir sus paredes; así también mencionó su faceta como padre y cosas que nunca hubiera creído imaginar escuchar tan directamente. Por otro lado, Erlend se aseguró de que tanto Rocío como yo, tuviéramos un momento íntimo con él, a ella le pidió que se cambiara de sitio y se sentará a su lado para poderle prestar la atención que se merecía pudiendo conversar de una manera más cercana y a mi me invitó a caminar por las afueras del restaurante cómo para disfrutar un poco de la ideal temperatura, dejándome como regalo un sentimiento de cercanía hacía él.

Al terminar la noche, llegué a la conclusión de que ése era el preciso momento en el que la realidad había superado inimaginablemente mis expectativas y que sin importar lo que sucediese 5 segundos más tarde, siempre tendría aquél recuerdo al cual podría siempre recurrir como refugio y sinónimo de satisfacción.


viernes, 4 de noviembre de 2011

A una semana...

03 Noviembre, 2011

Hoy se cumple una semana de la partida de Raquel y creo haber alcanzado un estado de positiva negación. Esto quiere decir que me he rehusado a ver su partida como algo trágico y llena de fatalidad, por lo contrario, he comenzado a asumirlo con un toque de naturalidad, a aceptarlo como se aceptan las imposiciones inalterables del destino.
Luego de una ardua introspección he llegado a la conclusión de que cuando la noticio llegó, rompí en llanto por mí y no por ella. No creo haber sentido pena de tremenda magnitud con anterioridad, el nudo que se había posado en mi garganta por esos días era incontenible, las palabras tenían miedo de poder salir acompañadas de algún gimoteo imparable y escandaloso.

Es difícil explicar la trascendencia que tiene Raquel en mi vida, solamente las personas extremadamente cercanas a mi saben hasta que punto esta afirmación es cierta. Mis días cambiaron luego de conocerla, y si bien tenemos la tendencia de agrandar las virtudes y estrechar los defectos de nuestros seres queridos una vez idos, no puedo ser más objetiva de lo que soy al narrar estas pocas líneas sobre nuestra amistad.
Nos conocimos por esas épocas en las que mi inseguridad y abatimiento sobre mi presente y cuestionado avenir, me atiborraban los rulos. ¡Qué confuso es andar por las calles negándose a si mismo, rechazando nuestro peculiar talento y pretendiendo ser alguien que nunca esperamos ni anhelamos ser!
Si bien siempre había creído en el destino, fue con nuestro tropiezo con lo que dicha idea tomo una convicción renovada y garantizada. Durante una noche de Septiembre del 2010, se realizó una Noche de Gala Poética en la Biblioteca Nacional del Perú en conmemoración a la Generación del 50, asistí por pura curiosidad, ignorando en ese momento la existencia de quién sería una gran influencia en mis futuros trabajos y atraída por el apellido Westphalen puramente, para ser totalmente honesta.  Antes de entrar a la sala en donde se llevaría a cabo dicha ceremonia y al ver mis vestimentas y reflexionar en la palabra GALA, me dije a mi misma que siempre tendría como opción salir sigilosamente, sin que nadie notara mi avergonzada huida.
Como ya lo había dicho antes, desconocía a Raquel y a Elvira Ordoñez, quienes antes que comenzará la noche, se sentaron cerca de mí y comenzaron, con una naturalidad envidiable, a conversar conmigo, a preguntarme con gran interés sobre mis quehaceres y aspiraciones. Luego, cuando ambas leyeron su poesía, así como los otros invitados, se me ocurrió hacer una pregunta de lo más inocente, la cuál consistía en saber hasta que punto, uno puede tener la seguridad de que lo que escribe es bueno, o sea, lo suficientemente bueno como para ser apreciado por otras personas. La respuesta de TODAS las personas allí presentes fue como una revelación, en ese preciso momento supe que todo lo que venia haciendo, era pura inercia, simple reacción en cadena, sin motivación ni pasión real. Al sentir el apoyo de aquellos desconocidos y esa empatía que jamás olvidaré, y después de  adquirir mi 1er libro autografiado por Raquel, las preguntas existenciales se desvanecieron.
Todavía no sé que la motivó a escribir su número telefónico en la dedicatoria ni a llamarme por vez primera “poeta” (adjetivo al cual aún no me acostumbro), desconozco si ella tenía como hábito hacer esto con todas sus inscripciones, pero en cuanto a lo que respecta mi caso, aquél detalle tuvo un intenso significado.
Sin dudarlo ni un segundo, al día siguiente la llamé, hablamos, nos conocimos, la acompañé a un par de librerías por Miraflores para preguntar si podía dejar un par de sus poemarios ahí, ante tanta negativa, le sugerí que los dejara en un pequeño café en el cuál conocía a los dueños. Y fue ahí donde comenzó el encantamiento, Arabica le recordó uno de los tantos lugares visitados durante sus viajes a Paris y su fascinación, cual niña en una tienda de dulces, me resultó contagiante.  Las historias, las anécdotas, los detalles, los personajes, todo en conjunto e individualmente era algo novedoso para mí, y escucharla era todo un deleite, un privilegio del cual me siento, aún en deuda.
El tiempo siguió transcurriendo, el contacto entre nosotras era algo rutinario y tradicional. Más adelante me pidió que la presentara en un evento que se hizo en honor a ella en el Gremio de Escritores, obsequio del cual todavía no me siento digna de haber obtenido.
En citas futuras leyó mis poemas atentamente, incitándome a seguir escribiendo, a que jamás perdiera el convencimiento de la singularidad de mi persona.
Seguidamente nuestras citas eran para vernos, para acompañarnos y asegurarnos que nos teníamos la una a la otra. Arabica siempre fue su lugar preferido, solía mencionarme frecuentemente lo mucho que le gustaba sus exclusivas infusiones de té verde con maracuyá y kombucha o de menta con manzanilla, así como sus suculentas tortas de zanahoria. Ya una semana y hasta ahora no me atrevo a pisar el café de nuevo, una vez más, no por ella, sino por esa debilidad mía de no poder contener mis emociones.

En el 2011 decidí publicar mi 1er poemario, vísperas de la quincena recibió la luz y las expectativas de todos mis seres queridos. Raquel por esas fechas, ya se encontraba media delicada, así que no pudo asistir a la presentación; a pesar de esto, igual y le agradecí durante la ceremonia porque sabía que de una forma u otra, ella me escucharía. Nunca antes, ni con todos sus años encima, ella había escrito algo sobre la obra de algún otro autor, no como un preámbulo o un prólogo, y sin embargo, lo hizo conmigo y con mi libro. Una vez más aquella maravillosa mujer me demostró la veracidad de la eventualidad y el propósito adherido de nuestra concurrencia, comenzaron a salir las presentaciones y recitales para mi poemario, y de igual forma empecé a verdaderamente darle cierto crédito a Raquel por haberme estimulado a continuar con esos caprichos del alma. 
Ante tanta amabilidad, creí justo y necesario realizarle un homenaje, me organicé, pedí ayuda ante mi inexperiencia en cuanto a la realización de eventos, convoque a personas que poseyeran ese mismo sentimiento de ternura y retribución para con Raquel, conseguí un local (el cual fue gentilmente dado) y sin saber muy bien lo que estaba haciendo, fijé una fecha.  Todo parecía que iba a salir de acuerdo a lo planeado, pero el estado de Raquel había empeorado; gracias a la astucia del administrador del Koca Kinto, Herbert, pudimos realizar una videoconferencia llegando a ser una emotiva e inolvidable noche para todos los presentes y para quienes luego pudieron ver uno que otro video grabado durante la velada.  Días después, Raquel me confesaría lo mucho que significo para ella aquella demostración de gratitud, lo que hizo que mi “deuda” con ella disminuyera.
Haciendo memoria, es increíble la cantidad de recuerdos que tengo con Raquel, sacando cuentas, solamente nos conocimos por menos de 2 años y sin embargo siento que dicho tiempo nos proporcional a la familiaridad que adquirí estando con ella. Aun así, tengo miedo que mi humana condición obligue a que mi cerebro suprima u olvide uno que otro, razón principal que me animo a escribir esto.

Y es que después de haber vivido lo que ella y haber obtenido tremenda satisfacción al contemplar los resultados de su existencia, ¿quién podría alejarse de esta Tierra indiferente pero bella con signo alguno de melancolía? Me consta que Raquel fue una admirable mujer, siempre dispuesta a compartir sus experiencias con los demás; agradecida con el universo por todos los elementos de su vida, una mujer enamorada de las cosas simples pero esenciales de nuestro vivir.

Amante de los gatos, de las piedras, de la poesía. Dedicada a sus escritos y a sus pinturas, consagrada a introducirse en un mundo en el que su soledad era acompañada por sus lectores y espectadores. Orgullosa de su familia, de los logros de su hijo y en especial de sus nietos. Deseosa de aprender cosas nuevas, de en maravillarse constantemente con los misterios del mundo y sobre todo cautivada con el espíritu de la Tierra y el carácter de los seres humanos.

Es cierto, si, lagrimeaba por mí al comparar mi vida luego de haber conocido a tremenda hermana de otra vida, por el hecho de que sigo sin tener la mas mínima pista de cómo seguiré mi rumbo sin alguien como ella para que me oriente, para que me guie, pero sobre todo, para que me inspire.

A una semana de su vuelo a las alturas, la sigo extrañando con la misma intesidad, y creo que éste sentimiento será una constante en mi porvenir.