Desde hace tiempo veo sólo árboles, sus
estructuras parecen habérseme clavado en las pupilas.
Tengo perforados en las retinas sus formas, su
contextura, sus medidas y ramificaciones y cada una de sus características han
encontrado refugio en la parte posterior de mi sien.
Cierro mis párpados y veo sus sombras en la noche,
sus siluetas gigantescas y acogedoras se regocijan de su universalidad, son
conscientes de su rol primario sin temerle a estar expuestos, vulnerables a la
merced de todos los seres vivos cercanos.
Me aíslo entre los árboles, su grandeza me acoge
cuando el cielo me pesa en demasía y me aprisiona de serle fiel a cualquier
impulso, sus huertos me permiten echarme sobre sus raíces solamente para
admirarlos desde la bajeza de mi humanidad, dejando en el olvido lo demás. Las
diferentes formas de sus hojas, las líneas sin sentido de sus troncos, sus
ramas largas y trepadoras, las diversas gamas de sus colores, de sus verdes
veraniegos, de sus naranjas otoñales, el movimiento de sus extremidades con el
viento y la rectitud de su posición optimista.
Ojalá… Ojalá algún día sepa imitarlos lo suficiente
como para abandonar mi melena y mis ojos grandes y transformarme en uno de
ellos, en un árbol de esos que abundan en Lima y el Olivar.
oh el Olivar, que bello.
ResponderEliminar