Es durante toda una vida que la naturaleza demuestra su proyección más
perfecta, con el sol sobre los cabellos me magnetiza ver sus ejemplos desfilar
uno tras otro y sus paradigmas de humanidad acaban todo el tiempo en
sentimientos de satisfacción.
Los hay con escasez de ingenio pero con belleza en las retinas, con
curiosidad infatigable y falta de porte, algunos ofrecen misterio en las venas
y generan altas expectativas y otros se limitan a balbucir fantasías
inexistentes. Se encuentran a la disposición de los apasionados, de los
desinteresados y existencialistas, y a pesar de que las mujeres somos el
objetivo recurrente, suelen terminar embelesando a machos, pesimistas,
inapetentes, fugitivos y burócratas.
Los hay irresistibles e incoherentes, placenteros a la vista, al sabor,
al olfato, y al tacto; la variedad de sus formas responde a las exigencias más
altas, basta solo con engañar a la lógica al responder una sonrisa, es más que
suficiente poner atención a sus tácticas de conquista y dejarse llevar por el
frenesí.
La naturaleza demuestra su sabiduría en cualquiera de las estaciones, deleita el alma con muchachos al alzar la vista, alegra el camino con hombres que encantan con su imperfección, hace deseable a todos y a cada uno, haciendo irrefutable la intención de su subsistencia.
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