Glóbulos oculares rojos. Irritados por el calor de luces de autos
extraños. Horrorizados por el reflejo de ventanas ajenas. Conscientes que todos
terminamos siendo almas indiferentes.
Párpados pesados. Entrecerrados por el agotamiento. Por las ganas de
sobrevivir. Por el olvido de disfrutar.
Pestañas sucias. Lagrimales inflados. Sustancias verdosas abundantes.
Gérmenes y bacterias a la espera de cualquier oportunidad de cumplir su
parasitario rol.
Mirada perdida. Mirada intrínseca. Clavada en el interior con apariencia
de exterior. Perturbada por preguntas. Por vacíos. Por ausencias y nostalgias.
Por la luna y sus 17 horas transcurridas bajo momentos demasiado fugaces como
para ser percibidos por algo más que no sean nuestras pupilas.
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