Siento que pican las raíces de mis sueños en
toda la cabeza. Me piden brotar cuál cabellos frondosos y omnipotentes en los
cielos de mis sienes, quieren contemplar allá en lo alto todo lo que la bajeza
de mi obligo no puede.
La vida se me va pasando de a pocos, hace tanto
tiempo que no la siento palparme la piel con la misma intensidad que solía. Mis
pupilas han perdido su capacidad para en maravillarse y a pesar que veo la
belleza, ésta parece nunca poder encontrarme.
Ya van siendo 22 años que traigo equipaje
nómade y vengo comportándome cuál mendigo. Ya es demasiado tiempo que me sumo a
huidas espontáneas y negaciones en secuencia. Todo resulta obvio al cabo de
tanto tiempo: creo que ya es hora de plantarme en este suelo que hace que todo
duela menos.
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